Heroína, droga derivada de la morfina
La heroína —también conocida como diacetilmorfina o diamorfina— es una sustancia opioide derivada de la morfina, cuyos efectos son unos 3-6 veces mayores a los de ésta. Como otros alcaloides del opio, produce analgesia, depresión respiratoria, espasmo gastrointestinal y dependencia física. Sus mayores efectos se producen sobre el sistema nervioso central (cerebro), el intestino, así como alteraciones endocrinas y del sistema nervioso autónomo.
Originalmente se usó como un potente analgésico, narcótico (facilitador del sueño) y como antitusígeno, pero, por ser una sustancia altamente adictiva, está prohibida para usos médicos en casi todos los países del mundo. Después de consumirla repetidas ocasiones por unas semanas, la persona queda atrapada en un esquema de abuso en su consumo, o sea, queda entrampada, como una mosca en una telaraña.
Etimología de ‘heroína’, la sustancia narcótica
La palabra ‘heroína’ —el nombre de la sustancia, porque también ‘heroína’ significa “mujer admirada por sus acciones heroicas”— proviene del alemán Heroin, la marca comercial que la empresa alemana Bayer (Friedrich Bayer & Co.) dio a este compuesto en los años 1890s. Literalmente “la droga* heroica” —por sus propiedades antitusígenas y analgésicas tan admirables— que comenzó a comercializarse en 1898, como un eficaz analgésico, sedante y calmante de la tos en personas tuberculosas, con bronquitis u otros problemas respiratorios. Con la esperanza de que fuera más efectiva y menos adictiva que la morfina, pero al poco tiempo comenzó a verse todo lo contrario: una sustancia terriblemente adictiva. Bayer tuvo que suspender su producción tiempo después. En Estados Unidos comenzó a usarse con fines recreativos hacia el año 1910.
*Droga, pero en aquel tiempo no en el sentido de una «sustancia que causa adicción y altera la conciencia», como el alcohol, cannabis, cocaína, heroína, metanfetamina, nicotina, etc. sino una droga con el significado de «sustancia reconocida como agente terapéutico o curativo», según la farmacopea o registro oficial de medicamentos.
Este nombre se tomó: 1) del componente hērō- raíz del antiguo griego ἥρως, hḗrōs que significa “héroe”, “personaje que realiza hazañas increíbles”, más 2) el sufijo -in, -ina usado para dar nombre a sustancias (biotina, adenina, codeína, heparina, insulina, metionina), supuestamente así llamada, debido a la sensación de poder y euforia que provoca a quienes la consumen. Por eso en inglés se distinguen los términos heroin (la sustancia) y heroine (la mujer heroica, del griego = ἡρωΐνη, hērōḯnē) el femenino de ἥρως, ‘héroe’, recién citado.
Obtención de la heroína
La heroína o diacetilmorfina es un derivado de la morfina, sintetizada por vez primera en la escuela de medicina del hospital londinense St. Mary’s (año 1874), por el químico británico Charles Romley Alder Wright (1844-1894). Época en la que ya se empleaba con propósitos médicos el opio y la morfina. 23 años después, el químico Heinrich Dreser (1844-1924), investigador de la empresa Bayer, probó la heroína en animales y en personas, hasta que, finalmente, comenzó a comercializarse en 1898.
Primero, un medicamento cuasi milagroso. Después, un grave problema de adicciones
Como ya lo señalé, la heroína es un narcótico altamente adictivo derivado del opio, es decir, un opiáceo. Fue usada en medicina desde hace más de 100 años para calmar el dolor, inducir el sueño e inhibir los accesos de tos, y ¡para curar la adicción a la morfina! Pero ahora se considera una droga cuyo empleo legal está prohibido en casi todos los países del mundo, sin embargo, se comercializa en el mercado negro y es un grave problema de salud pública. Sólo en Europa, se estimaba que para el año 2014, había 1,4 millones de adictos a este narcótico. Actualmente (año 2023) hay unos 2-2,5 millones de estadounidenses que son o han sido adictos a la heroína o algún otro opioide. Más o menos el 1 de cada 100 adultos.
Cuando al fruto verde de la adormidera (Papaver somniferum) se le hacen incisiones, se produce un exudado lechoso que secado al aire lo llaman ‘goma de opio’, cuyo más importante alcaloide es la morfina, que al ser tratada con anhídrido acético (Ac2O), se obtiene la heroína o diacetilmorfina.
Su venta en las calles
Debido a que la heroína es al menos tres veces más potente que la morfina, ocupa un volumen menor, y resulta más fácil su trasiego y comercialización. Aunque la heroína pura nunca está al alcance del adicto, sino que la compra en la calle con una pureza menor al 5%. Sin embargo, algunas veces llega al consumidor casi pura, de manera accidental o porque el traficante trata de “envenenarlo”… ¿todavía más? Y aún otro riesgo, los traficantes mezclan muchas veces esta droga con compuestos mortíferos, como cianuro, ácido de batería y otras cosas. Lo mismo que sucede, por ejemplo, con las metanfetaminas.
Los adictos de mucho tiempo la prefieren inyectada en la vena
No obstante que la heroína es efectiva tanto por vía oral, esnifada (aspirada por la nariz) y fumada, el adicto la prefiere inyectada, sobre todo, por vía intravenosa, porque su efecto es cuasi instantáneo. En esos adictos, los trayectos de las venas en brazos y piernas se llenan de cicatrices, formando algo así como caminos o huellas, que van quedando por inflamaciones al usar jeringas contaminadas, que además pueden ser fuente de infecciones como hepatitis viral, sida y otras.
El efecto de su consumo
Para los adictos, la heroína ofrece un escape de lo que les parece una existencia intolerable, al proveer una sensación de regocijo y desahogo. Esta sustancia entorpece las sensaciones y reduce la memoria, conduciendo a un letargo o sueño profundo que conlleva a la eliminación del dolor (analgesia). Sin embargo, los efectos pueden variar en cada persona, por ejemplo, algunos describen una agradable relajación o bien euforia. Como otros narcóticos, produce contracción pupilar o miosis, lentifica o ralentiza la respiración, disminuye la frecuencia cardiaca (bradicardia), se produce hipotensión y un decremento de la actividad intestinal.
Sin embargo, entre los adictos, el efecto más deseado de la heroína, es el intenso estado placentero o éxtasis que produce inmediatamente después (en cuestión de segundos) de su inyección endovenosa, algo así como una sensación de calor y un enorme placer que se experimenta en todo el cuerpo, lo que en el argot de los adictos denominan “subidón”; pero ¡Oh que pena! Sólo dura unos minutos y sobreviene el estado de somnolencia y letargo que se prolonga durante unas 2 a 5 horas.
Las personas cuya adicción es intensa y está bien establecida, por lo regular requieren al menos dos inyecciones diarias, y si se prescinde de más droga, el penoso síndrome de abstinencia dura entre 3 y 6 días. Claro que hay hospitales donde, con el suministro adecuado de ciertos fármacos, hacen menos cruel este periodo. No obstante, también debe decirse que algunas personas —las menos, por desgracia— reaccionan de manera atípica a la heroína, y sólo les produce náusea y ansiedad.
El terrible síndrome de abstinencia
Al principio, el síndrome de abstinencia se manifiesta por ansiedad, inquietud, sudoración, mayor frecuencia respiratoria. Después: sacudidas, dolores, fiebre, vómito, diarrea, pérdida de apetito, hipertensión y pérdida de peso de hasta unos 5-7 kg. Estos síntomas alcanzan su punto más elevado (acmé) hacia el tercer día, hasta que gradualmente desaparecen, al cumplirse el octavo día. Ante estas condiciones tan deplorables, el adicto nada más tiene dos alternativas, esperar con sumisión o volver a consumir. Algo parecido a lo que sucede con la resaca tras un día de consumo excesivo de alcohol.
En la medida que transcurre el tiempo, el consumo reiterado conduce a una dependencia física y psicológica. Lo mismo que sucede con otras drogas psicoactivas. Por lo tanto, las drogas son una trampa de la que resulta difícil y doloroso salir, y que no pocas veces termina en arruinar la existencia del adicto(a) y la gente que lo(a) rodea y lo(a) ama) o terminar con la vida misma.
Sobredosis
Las sobredosis (a menudo letales) suelen ser comunes. Más o menos en el año 2000, morían dos personas al día (más de 700 al año) por esta causa en la ciudad de Nueva York. Los signos más importantes de una persona sobre dosificada con heroína son: contracción pupilar o miosis, piel fría y algo oscura, baja frecuencia respiratoria o bradipnea y coma profundo. Se puede producir la muerte por parálisis del centro respiratorio.
Adicción cruzada
Un heroinómano desarrolla con cierta facilidad adicción cruzada a otros narcóticos o medicamentos ansiolíticos, que suele consumir para “desintoxicarse”. Pero debido a la escasa calidad (baja concentración) de este narcótico, que se vende en las calles, el adicto puede no llegar a requerir otra droga para paliar el síndrome de abstinencia.
Conductas antisociales
La vida y los pensamientos de un adicto giran en torno a la droga. Todo lo que quieren es conseguir más heroína o cualquier otro estupefaciente. Muchos caen en la tentación de delinquir, robando, prostituyéndose o vendiendo drogas, con tal de hacerse de recursos para seguir consumiendo. Además, suelen alimentarse muy mal y descuidan su aseo personal, y tienen trastornos en su personalidad muy severos.
Complicaciones
Además de infecciones producidas por el uso de material contaminado, otros problemas de salud sobrevienen por las intrínsecas propiedades de la heroína:
Las sobredosis (a menudo letales) suelen ser comunes, así como cambios conductuales propios de una persona intoxicada. Los efectos secundarios más comunes son: desórdenes respiratorios (abscesos pulmonares, neumonía, atelectasia), hepatitis viral A, B y C y disfunción hepática; problemas musculoesqueléticos (osteomielitis en vértebras lumbares, espondilitis, sacroilitis, artritis), cambios inmunológicos, desórdenes neurológicos (anoxia cerebral, coma). Otro efecto que se produce gradualmente, es la tolerancia, es decir, el consumidor necesita cada vez mayores cantidades de esta droga para sentir los mismos efectos, cosa que sucede con todas las drogas.
Algunas obras consultadas:
Comer J. Ronald. 2007. Abnormal Psychology pp. 345-347. New York.
The Merck Manual. 1999. pp. 1585-1588. U. S. A. Ambas son ediciones impresas.
Jesús Gerardo Treviño Rodríguez. 13 de abril de 2023.