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abril, el segundo mes del calendario romano

Introducción

Abril es el cuarto mes del calendario Gregoriano. En la Roma Antigua (siglo VIII a. C.) era el segundo de diez y sólo tenía 29 días, pero Julio César le agregó el día trigésimo el año 45 a. C.

En sentido figurado, ‘abril’ se usa para decir qué edad tiene uno: “tengo 35 abriles”. Para denominar los años de la primera juventud, cuando uno está en ‘la flor de la vida’: ¡Oh, el abril de mi vida! Cuando uno vive sus años mozos: “los lozanos abriles”. Y es que se compara con el mes de abril, cuando las plantas están en todo su verdor. Bueno, pero me refiero al hemisferio norte, porque en el sur, es el inicio del otoño, cuando los árboles caducifolios comienzan a tirar sus hojas (para los botánicos, abscisión foliar).

La palabra ‘abril’ procede del latín 

Ni duda cabe que el nombre de este mes deriva del latín Āprīlis, pero sobre cómo llegó a esa lengua, hay varias explicaciones.

Los romanos lo llamaban Āprīlis, y una de las explicaciones sobre su etimología es que el nombre resulta del acortamiento del vocablo más arcaico ăpĕrĭlis, a su vez del verbo ăpĕrĭo, aperīre ‘abrir’, ‘poner al descubierto’ ‘estar haciendo o creciendo’; lo que puede interpretarse como el mes en el que, pasado el invierno, “la tierra se abre (se hace receptiva para recibir las semillas) y se ablanda”. O también, tal vez, el tiempo en el que muchas plantas abren sus yemas foliares y florales, en plena época primaveral. Cicerón escribió ‘mense Aprili’ (mes de Abril) en su Philippicae 2, 39, 100.

Nada más para ver el sentido del verbo aperīre (abrir, poner al descubierto), cito tres expresiones latinas:

  • Aperire futura (Virgilio): “explicar lo futuro”. Con el sentido de ‘poner al descubierto’.
  • Expectandum dum se ipsa res aperiat (Cornelio Nepote, 110-25 a. C., amigo de Cicerón): “hay que esperar a que se pongan las cosas en claro”.
  • Nebula dispulsa aperuit diem (Livio): “desvanecida la niebla, comenzó a verse la luz del día”.

Una segunda versión dice que Āprīlis (mensis Aprilis) acaso proviene de Apru, como llamaban los etruscos a a este mismo mes, o al menos al período del año equivalente, cuando la vegetación florecía y se iniciaban las actividades agrícolas. Probablemente del griego Aphrō, un acortamiento de Aphroditē (Ἀφροδίτη), la diosa de la belleza y la sexualidad adorada por los griegos, cuya adoración provino del Cercano Oriente, probablemente con origen semítico, y que se identificaba con la diosa romana Venus, y Astarté (diosa fenicia de origen mesopotámico) e Ishtar (diosa babilónica). 

También se ha dicho, aunque parece menos verosímil, que el nombre de ‘abril’ tiene origen en la palabra védica aparah, que significa ‘el que sigue’, ‘el segundo’, debido a que este mes es el siguiente después de marzo. También se ha mencionado el término latino hipotético *aperilis (el que sigue)

Incluso se ha propuesto que quizá proceda del latín ăpĕr que significa jabalí (Sus scrofa) un animal silvestre propio de Europa, que en los tiempos antiguos era un animal muy importante en el folclore italiano. Creo que estamos ante meras etimologías populares, y sólo las dos primeras versiones pueden tener elementos de credibilidad.

Probable origen indoeuropeo

Según el lingüista Michiel de Vaan (p. 48), aprilis posiblemente está relacionado con elemento ab-, de la raíz indoeuropea *h₂epó- ‘apartándose de’, ‘lejos’, como en ap(e)rilis, ‘el siguiente’. La raíz *h₂epó-, primero debe haber evolucionado al proto itálico *ap(e)ro- y luego a aprilis. Ya señalé la posibilidad de que, desde la antigüedad romana, Āprīlis (abril) tenga el significado de “el mes que sigue a Mārtĭus (marzo)”.

Jesús Gerardo Treviño Rodríguez. 25 de marzo de 2023.

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Soy Jesús Gerardo Treviño Rodríguez, un profesor mexicano jubilado y además, ingeniero agrónomo con posgrado en parasitología agrícola. Durante más de un lustro colaboré en una página de etimologías, bien conocida por las personas que se interesan en esta fascinante área del conocimiento. Sin embargo, ahora deseo abordar temas etimológicos, pero además añadir, especialmente, contenidos históricos que fortalezcan el entendimiento de las palabras. No se sorprendan si encuentran contenidos tan disímiles. Me encanta saber, aunque sea algo de todo, o bueno, casi de todo. A los que les gusta la concisión, muy probablemente no tengan la paciencia de leer mis explicaciones, porque me agradan los detalles, y con mucha frecuencia anoto cosas algo alejadas del tema. Pero como aquí decimos "una cosa lleva a otra". Y no importa que eso suceda a menudo. Me encanta pasearme por el mundo de los datos. Echar a andar la imaginación. Precisamente por eso, el lema de Etimologías ¡mucho más! Vaya para todos los que venturosamente se topen con mis notas, una modesta invitación para que lean mis artículos, y expresen su opinión. Dedico este trabajo a la memoria de mi madre, Victoria Rodríguez Quintanilla (mayo de 1904 - abril de 1992), que fue profesora por más de 40 años. A mis hijos, nietos y demás personas con las que tengo vínculos profundos. A todos mis queridos exalumnos, que tuvieron la paciencia de escuchar mis enseñanzas.

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