introducción
La clorofila es el pigmento verde de las hojas y tallos tiernos de las plantas, así como de las algas y ciertas bacterias, esencial para la formación de carbohidratos mediante la fotosíntesis.
La clorofila es un pigmento que contiene carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno y magnesio, que virtualmente se encuentra en todos los organismos fotosintéticos, incluyendo la inmensa mayoría de las plantas (reino Plantae), las cianobacterias (Dominio Bacteria, Phylum Cyanobacteria, Stanier, 1973), que aparecieron en el planeta hace unos 3650 millones de años; y las algas (reino Protista).
Este pigmento hace que estos organismos aprovechen la luz solar y realicen el proceso de la fotosíntesis, que, en el caso de las plantas, consiste en elaborar carbohidratos a partir del dióxido de carbono del aire y el agua del suelo; produciendo oxígeno que se libera a la atmósfera.
Pero definitivamente la mayor fuente de oxígeno atmosférico se genera en los océanos, en cuyas aguas superficiales (hasta una profundidad de 150-200 m, lo que se llama ‘zona eufótica’) abundan los microorganismos que forman el fitoplancton, una cantidad abrumadoramente grande de seres con clorofila que generan la mayor parte del oxígeno (entre el 65-70% de la producción anual), y que además absorben enormes cantidades de CO2, contribuyendo así al equilibrio de los gases atmosféricos. Naturalmente que no debemos menospreciar el papel que juega en este proceso la vegetación terrestre.
La clorofila, el compuesto más importante en la biosfera
Si reflexionamos sobre lo dicho arriba, podemos decir que la clorofila es la sustancia orgánica más importante de la biosfera (o biósfera), ya que mantiene la continuidad de la vida en la Tierra desde hace unos 3650 millones de años. La biosfera “es la parte de la corteza terrestre, las aguas y la atmósfera que soporta la vida”. “El gran ecosistema global que comprende todo el planeta y los organismos que en él habitan”. Del griego antiguo bio- (βίος, bíos, ‘vida’, ‘ser vivo’) y -sfera (σφαῖρα, sphaîra, ‘esfera’, ‘pelota’).
El zoólogo inglés Sir Arthur Everett Shipley (1861-1927) dijo sabiamente:
“La clorofila es la sustancia más maravillosa de nuestro mundo. Un planeta sin clorofila sería un mundo sin las formas superiores de vida, y en un ambiente así, ningun ser viviente, salvo quizá las bacterias más primitivas, podría perdurar. De hecho, sin este notable pigmento el mundo viviente, tal y como está constituido en la actualidad, no podría existir”. In Life: A Book for Elementary Students. 1925 (Today in Science History. Sep 15 2022).
Acuñación de la palabra ‘clorofila’
La palabra ‘clorofila’ es un neologismo acuñado en francés (chlorophyle) en 1817, por los farmacéuticos Pierre Joseph Pelletier (1788-1842) y el también toxicólogo Joseph Bienaimé Caventou (1795-1887), para lo cual afirmaron:
Nous proposons de lui donner le nom de chlorophyle. Composé du gr. χ λ ω ρ ο ́ ς « vert » et φ υ ́ λ λ ο ν « feuille ». TRADUCCIÓN: “proponemos el nombre de clorofila”. Compuesto del griego χλωρός, ‘verde’ y φυλών, ‘hoja’.
Este texto aparece en un artículo llamado Sur la Matière verte des Feuilles (Sobre la Materia verde de las Hojas). Annales de Chimie et de Physique. Tome IX. Paris 1818. pp 194-196. Aquí el enlace.
Componentes del término ‘clorofila’
‘Clorofila’ es un neologismo que literalmente significa “hoja verde” (χ λ ω ρ ο ́ ς + φ υ ́ λ λ ο ν : ‘hoja’ + ‘verde’. Eso fue lo que propusieron Pelletier y Caventou. Pero naturalmente que el sentido más propio es «pigmento vegetal que se encuentra en las hojas de las plantas». Aunque ni las algas ni las cianobacterias tienen hojas, también se le llama así al pigmento fotosintético de esos organismos.
Las palabras del griego antiguo que forman el término son:
χλωρός
El vocablo χλωρός, que se translitera como chlōrós o khlōros, y significa “verde amarillento”, como el pasto tierno, y el trigo inmaduro; también “verde brillante”, documentado en la Odisea y después en escritores griegos como Hesíodo, Píndaro, Sófocles, Eurípides, Hipócrates y otros. De una manera general, el término designaba a los tonos pálidos. Tratándose de la piel, un “tono entre blanco y pálido”. También se refería al tono amarillento de la miel, por ejemplo, μέλι χλωρόν = méli chlorón, “amarillo como la miel”; así como “la arena amarillenta”, en la obra Áyax de Sófocles, del siglo V a. C. Hipócrates usó el vocablo para referirse al amarillo, la palidez, “verse de color bilioso”, de seguro un caso de ictericia.
Sin importar el color, χλωρός también se aplicó para referirse a ‘algo nuevo o fresco’, en oposición a lo seco, especialmente la madera, como la del olivo (en la Odisea); también para nombrar al ‘queso fresco’, ‘al pescado fresco’, etc. (Henry George Liddel p. 1730).
φύλλόν
El término φύλλον = phyllon, que significa “hoja”, o de forma colectiva, “el follaje o la totalidad de las hojas de una planta”, palabra documentada en tiempos tan antiguos como en los poemas homéricos, en Hesíodo y Heródoto. También “los pétalos de una flor”, que como ahora sabemos, no son más que hojas modificadas. Además, las hojas de un libro (latín folium), de donde deriva nuestra palabra ‘follaje’, a través del occitano follatge. Phyllón tiene relación con la raíz indoeuropea *bhel-3- (Pokorny *bhel- 122) que da la idea de ‘hoja’, ‘florecer’. De la que probablemente derivan las palabras ‘defoliar’, ‘filotaxia’, ‘flor’, ‘flora’, ‘folio’, ‘follaje’, ‘hoja’ y otras.
Nexos indoeuropeos de χλωρός
La palabra χλωρός tiene relación con la raíz indoeuropea *ĝhel-1 o *g̑hel‑, que conlleva la idea de ‘verde’, ‘brillar’, ‘azul’, ‘color oro’; *ghel-wo‑ ‘amarillo’, ‘amarillo-verdoso’, de donde yellow en inglés; también vinculada con los antiguos términos griegos χολέρα = choléra, kholérā (cólera) y χολή = cholḗ o kholē, ‘bilis’, de donde las palabras ‘colédoco’, ‘melancolía’, ‘acolia’ y ‘colangitis’. Y en latín, fel, fellis (hiel) y helvus (amarillento) en Gaffiot p. 740.
¿Por qué son verdes las hojas de las plantas?
Las hojas de las plantas son verdes, porque la clorofila que contienen las células del parénquima foliar absorbe principalmente los colores rojo (618-780 nm) y azul (427-476 nm) del espectro luminoso; en cambió, rechaza la longitud de onda correspondiente al color verde (497-570 nm). El color de los objetos corresponde a la longitud de onda del espectro luminoso que reflejan.
Jesús Gerardo Treviño Rodríguez. 17 de septiembre de 2022.
|