Altar-ara
Altar, ara, ideas preliminares
La palabra altar significa “un lugar, en especial una plataforma elevada que sirve como el punto central donde se celebran ritos religiosos consagrados a Dios o a cualquier otra divinidad o ancestro; al que le dedican ofrendas y sacrificios”. Un altar puede ser un simple montículo de tierra o una mesa de piedra delicadamente esculpida. Los altares pueden ubicarse al aire libre, en las casas, o en edificios públicos (iglesias, templos) de adoración. En las iglesias católicas, el altar, es el ara o “la mesa consagrada sobre la cual extiende el sacerdote los corporales para celebrar la santa misa”, o en el que se realizan ceremonias como bodas, dar la sagrada comunión (comulgar), etc.
También es un altar algún rincón de la casa donde se pone una imagen de Cristo, un santo o una vírgen, adornado con flores o donde se mantiene una vela encendida. Cuando era niño mi madre tenía un altar en casa dedicado a San Martín de Porres. En muchos lugares y caminos de México hay altares dedicados a santos o vírgenes… y a veces a la Santa Muerte con ofrendas, flores, velas, etc., cuyo culto en México (y otros países de América como Argentina y Colombia) parece resultar de la unión del cristianismo con ritos prehispánicos.
altar-ara
A un “altar” también se le llama “ara” del latín āra (ara, altar, una constelación austral), voz asociada a la raíz indoeuropea *as- o *ā̆s- que significa “quemar”, porque ahí se quemaban las ofrendas. En los cielos australes existe una constelación que se llama Ara (Ara Centauri o el Altar del Centauro), pero de eso me ocuparé en otra ocasión. En cambio “altar” es también palabra latina derivada de altare, altaris pero se asocia con la raíz indoeuropea *al- (crecer, alto), debido a que tradicionalmente, los altares se localizaban en lugares elevados.

El Ara Pacis en Rome, Italia. Autor: Manfred Heyde. Imagen de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ara_Pacis_Rom.jpg. Véase más abajo sobre los altares romanos.
Origen del vocablo “altar”
El término “altar” deriva del latín clásico y posclásico altārĕ, altaris y su plural altārĭa que significa “un lugar o plataforma prominente o elevada”, voz derivada o al menos muy vinculada al adjetivo altus (alto, elevado, prominente, poderoso, venerable, de donde proceden palabras como ‘alto’, ‘altura’, ‘altitud’, ‘altivo’, ‘alzar’, ‘peralte’ y otras), del participio del verbo ălo, alĕre (nutrir, alimentar, hacer crecer). Véase la entrada “alimento”.
- Altum templum (Virgilio): “templo elevado”.
- Rex aetheris altus (Virgilio): “el augusto (venerable) rey del éter”.
- Altum genus (Horacio): “de noble linaje”.
- Alta pecunia (Ovidio): “gran suma de dinero”.
Estas frases nos permiten comprender la relación de “altar” con la idea de “elevado”, “alto”, “poderoso”, “venerable”.
Relación indoeuropea de altar, altare, altaris, altus
La palabra “altar se relaciona con la raíz indoeuropea *al-2 (alimentar, crecer, dar). Esta raíz IE también se vincula con los términos latinos: ălesco, ĕre (crecer); ăd–ŏlesco, adolescere (estar creciendo, madurar, tomar cuerpo, llegar a la adultez, de donde adolescens, que nos dio «adolescente»); coalēscere (crecer juntos, trabarse); aboleō, abolēre (impedir que algo se desarrolle, de donde el verbo ‘abolir’); prōles (descendencia, los hijos, de donde prole y proletario); ălĭmentum, plural alimenta, que significa ‘alimento’, ‘nutriente’, ‘pábulo’, ‘comida’, ‘provisiones’; a su vez del verbo ălo (yo alimento, crío, proveo’) y su infinitivo ălĕre, ‘nutrir’, ‘alimentar’, ‘criar’, ‘sustentar’. En sentido figurado,’apreciar’, ‘estimar’, ‘fomentar’, ‘hacer crecer’, etc. En griego: νεᾱλής = nealés (robusto, vigoroso, vivaz); ἄν-αλτος = an-altos (insaciable). Para más información, véase este enlace.
La palabra “altar” está escrita en al menos 18 libros bíblicos
“Altar” es un término que aparece en numerosas citas bíblicas
Génesis 8.20: Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio…, y ofreció holocausto en el altar.
Éxodo 17.15: “Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-Nisi” (“Excelso Jehová”).
También el los libros Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, 1 Samuel, 1 Reyes, 2 Crónicas, Esdras, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Óseas, Mateo, etc.
LOS ALTARES A TRAVÉS DE LA HISTORIA
Los más antiguos altares probablemente sean los de la región del Oriente Medio
En épocas muy lejanas, los altares se hacían con piedras, se elegían los lugares más altos para su ubicación, como la cima de una montaña o una colina.
Según los antropólogos y paleontólogos, cuando se creía que ciertos árboles, rocas o manantiales eran habitados por algún espíritu, o al menos eran sitios donde se podía lograr exitosamente entrar en contacto con alguna deidad, se instalaban allí altares donde pudieran colocarse las ofrendas para rogar o aplacar a los espíritus o a los dioses. También se colocaban a un lado columnas labradas, que comenzaron luego a simbolizar a la deidad, en la medida que las religiones se fueron desarrollando.
Los altares de Mesopotamia, Egipto (aunque en general fueron simples elevaciones del terreno), Grecia y Roma, así como entre los aztecas y los mayas, se hicieron tan elaborados, como plataformas muy bien adornadas con pinturas al fresco, cornisas y toldos.
En Asiria y Babilonia
En Asiria, los altares eran por lo general de piedra, mientras que en Babilonia, durante el tiempo de los caldeos, proliferaron mucho en las calles y eran de ladrillos de arcilla.
Cuando los judíos llegaron a la tierra prometida, se estableció que hubiera un solo templo para toda la población. Había en cada templo dos altares, uno para los holocaustos (donde quemaban a la víctima) y otro para los perfumes donde se quemaban hierbas olorosas e incienso.
Los celtas (pueblo indoeuropeo), sobre todo los galos, construían altares al aire libre, que, al parecer, consistían en una sola piedra, en ocasiones acanalada, para que por ahí corriera la sangre de las víctimas.
Los altares griegos y romanos
En el mundo griego, los altares ya se acostumbraban desde la civilización micénica (hacia la segunda parte del milenio II a. C.). En tiempos antiguos, los altares no sólo se tenían en los templos, o frente de ellos, sino también en lugares públicos, como mercados, calles, patios de las casas, y en Atenas, en la entrada de las casas, así como en el campo, en especial en tumbas sagradas. Su tamaño variaba desde montículos de tierra o ceniza, o también piedras con estructuras ornamentales bien elaboradas. El altar a Zeus en el Peloponeso y otro en Siracusa fueron grandes y famosos. Así como el de Pérgamo, una estructura monumental de 12 m de alto dedicada al mismo dios.
Los romanos imitaron la costumbre de los griegos, en la creación de altares ornamentados. Un buen ejemplo es el construido por Domicio Enobarbo (siglo I a. C.), en el templo de Neptuno. El más grande de los altares romanos fue el ara pacis Augustae (altar de la paz de Augusto), que el senado romano erigió entre los años 13-9 a. C. en el campo Marte.
Los romanos construían muchos tipos de altares
En realidad, los romanos tenían muchos tipos de altares, de acuerdo con el rango de cada dios. Por ejemplo, los sacrificios ofrecidos a los dioses infernales no se hacían en altares, sino en fosos que llamaban scrŏbĭcŭli, que significa “pequeña fosa”, diminutivo de scrŏbis (foso, hoyo). Para los ritos religiosos los altares se decoraban con guirnaldas de flores, frutas u hojas. A veces se decoraban con bajorrelieves de escenas representando el sacrificio de los animales ofrecidos a los dioses.
Sin duda, el altar constituía un papel importante en la antigüedad. Ante él se juraban tratados, se consagraban las bodas (aún decimos que en las ceremonias de casamiento los novios se juran amor, respeto y fidelidad ante el altar), se prestaban los juramentos. Pero también servían como consuelo y refugio invulnerable o seguro a desdichados, desventurados, miserables, esclavos, criminales, canallas.
Durante la primitiva cristiandad no había altares
Los primeros cristianos no conocían los altares. La eucaristía era comida verdadera, así que nada más se necesitaba una mesa común y corriente. Hacia el año 200, el escritor religioso Tertuliano (siglos II-III) llegó a decir “Nosotros no tenemos altar”, pero Cipriano (c. 250) vio la mesa de la comunión como un altar. Cuando se construyeron las primeras iglesias cristianas, la mesa-altar se colocaba en el ábside. Y así, la mesa de madera fue reemplazada por una piedra que servía como altar. La consagración del altar para la unción primero se atestigua en el siglo V. (Kraeling).
Las funciones del altar no han cambiado a través de los siglos en las iglesias cristianas. Durante la misa, se usa como mesa cubierta por uno o tres manteles, para poner una copia de la Biblia, así como el pan y el vino consagrados. El altar es el centro de la misa y simboliza la presencia de Cristo durante el ritual.
Jesús Gerardo Treviño Rodríguez. 26 de julio de 2025.