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nupcias, nupcial, núbil

Sustantivo nupcias, adjetivo nupcial

Nupcias es un sustantivo femenino plural que significa boda o casamiento.

Nupcial (adjetivo) es lo perteneciente a las nupcias.

El diccionario de la RAE de 1734 dice:

  • Nupcias. s. f. Lo mismo que Bodas. Es voz latina Nuptia, arum.
  • Nupcial. adj. Lo que pertenece o conduce a las bodas.

Nupcias en el viento. El momento nupcial. Mayo de 2020. Autor Paulhaberstroh. Imagen de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Windy_Wedding.jpg

Etimología de nupcias y nupcial. El origen está en nūbēs “nube”, “velo”

Nupcias

El sustantivo femenino plural “nupcias” viene del latín preclásico y clásico nūptiās, el acusativo de nuptĭae , ārum que significa “boda”, “casamiento”, “nupcias”: 

Nuptias  adornare (Plauto): “preparar la boda”.

Nuptiarum expers significa “no casado”; expers de ex- que tiene función privativa y pars, “parte”, “porción”. 

Nuptĭae también significa “unión sexual”, “coito” y “comercio ilegal o carnal”. Asimismo, se usó con el sentido de “cambio de forma”, “un cuerpo nuevo”, por ejemplo, illae suae monstruosae nuptiae: “sus monstruosas bodas”, en el Asno de Oro de Lucio Apuleyo del siglo II d. C., quien, por error se convierte en asno. Heinz Hofmann). 

Nupcial

Y el adjetivo “nupcial” procede de nuptĭālis y este de nuptĭae (nupcias, boda), a su vez de nuptus, participio pasado de del verbo nūbo, nubĕre: “casarse”, “cubrirse con un velo ocultando la cara”, “ponerse un velo para unirse con un varón”, “llevar un velo al que llamaban flammeum”. 

En todos estos vocablos se encuentra el radical nub-, relacionado con el femenino nūbēs, is que significa “nube”, “nubes”, “nubarrón”, “oscuridad”, “tristeza”. Pero nūbēs también quiere decir “velo” (debido a que el velo sombrea u oscurece el rostro, del mismo modo que las nubes cuando tapan el sol), pero con el particular sentido de “velo de novia”, “velo color azafrán (rojo-anaranjado) que llevaba la mujer tapándole el rostro sobre una túnica blanca” durante la ceremonia nupcial. Velo que por su color lo llamaban flammeum; de flamma, “llama”, “color del fuego”, “pasión encendida”, “fuego de amor”, cuyo simbolismo parece no estar muy claro.

Probablemente el flammeum revelaba la castidad de la novia doncella, que será desvirgada en la noche de la boda, ya en la intimidad del nuevo hogar, o tal vez significaba la renuncia a la vida libre y el confinamiento en la flama, “flamma” o el fuego (“fŏcus” del hogar), como toda mujer romana ya casada.

De cualquier manera, nupcias, nupcial y núbil (en edad de casarse) son términos que gravitan en torno a la palabra nūbēs, en su acepción de “velo”, el velo que por tradición lleva puesto la novia durante las nupcias o la boda, una tradición que aún pervive.

Núbil

Núbil en origen significa “muchacha casadera”, “sexualmente madura y atractiva”; tiempo después también se aplicó a los varones. Y núbil viene del latín nubĭlis “que tiene la edad para casarse”, en los tiempos de la Roma Antigua, regularmente entre 15-18 años, o desde los 12 con el consentimiento de los padres; a su vez de nubĕre —ya mencionado, que significa “casarse”, “ponerse un velo”.

Relación indoeuropea de nupcias, nupcial, núbil

La raíz indoeuropea *snewbh- (casarse) —muy relacionada con *sneudh- (niebla, nube)—, se relaciona con los términos latinos nuptĭālis, nuptĭae, nūbo, nubĕre, prōnuba, “la mujer univira que acompaña a la novia, la madrina de nupcias”, que más abajo menciono”; así como con cōnnūbium, “matrimonio”, visto como una condición jurídica. También se relaciona con el griego antiguo νύμφη = nýmphe que tiene muchos significados, pero uno de los más importantes es “novia”, “núbil”, “mujer casadera”, “esposa joven”; además “muñeca”, “marioneta”, “pupa de abeja o avispa”, “clítoris” (en Galeno), etc. En mitología, “ninfa”, “diosa de bajo rango”. También con el verbo griego νυμφεύω = nympheúo, dicho de una mujer, “casarse”, “desposarse”.

Algunos ritos durante las nupcias romanas

Todos los ritos de la boda se realizaban en dos lugares: la vivienda de la novia y la morada de los nuevos consortes en casa del novio. Naturalmente que hay mucho que decir sobre esto, así que sólo mencionaré algunas cosillas.

Esponsales

El requisito previo para casarse era la celebración de los esponsales (de sponsus, “esposos”) que consistía en formalizar la promesa mutua de matrimonio, muchas veces, años antes de las nupcias, cuando la futura esposa apenas contaba con unos 6-8 años de edad y había que esperar a que madurara sexualmente para cumplir con la función esencial de toda mujer: procrear hijos a través de la institución del matrimonio.

La prónuba  

En la ceremonia nupcial, una mujer univira (que ha sido de un solo hombre, o sea, se ha casado nada más una vez) a la que llamaban prōnūba*, en español prónuba, era la que acompañaba a la novia, la madrina, y tenía a su cargo unir las manos derechas de los contrayentes, lo que marcaba la consumación del matrimonio, y el novio podía desvelar o quitarle el velo a su flamante esposa para que se viera su cara.

*Prōnūba (prónuba en español) es un término formado por pro- más nuba, literalmente, “madrina o guía de la boda”. Pro- “delante de”, “a favor de” y nuba, de nubĕre, “casarse la mujer”, cubrirse con el velo nupcial o flammeum.

Pero referido al esposo, había una típica frase en alusión a las nupcias: uxorem ducere, para un hombre, era “casarse”, “tomar mujer por esposa”. De ŭxor, ōris (esposa, mujer casada, de donde viene la palabra “uxoricidio” o la acción de matar a la esposa) y el verbo duco, ducere, atraer, seducir, tomar por esposa. Ya que al oscurecer, el convite nupcial terminaba y bueno, los recién casados debían dirigirse al nuevo hogar, o sea, la casa del esposo, quien guiaba a su mujer hasta su nueva casa, la casa matrimonial. 

Nodus herculeus

Antes de la boda, la novia se ponía una vestimenta o la “túnica recta”, ceñida con el cinturón con un doble nudo al que llamaban nodus herculeus (rememorando al legendario héroe Hércules, del que se decía llegó a procrear 60 o más hijos). Ese doble nudo —que sólo el flamante esposo podía desabrocharlo— simbolizaba además la virginidad o castidad, que era el elemento irremplazable para tener una progenie legítima.

El sacerdote primero leía las vísceras o entrañas del animal sacrificado. Luego  pronunciaba un ruego, suplicando la protección divina para los contrayentes, quienes sacrificaban un cerdo y un buey, lo que consumaba la boda y se preparaba la comilona, que debía durar algunas horas, entre bromas.

El mito del rapto de las sabinas

Luego venía lo bueno: finalizaba el banquete, pero según las normas dictadas por los mitos y la tradición, la recién casada se negaba a dejar su hogar y se protegía y aferraba en los brazos de su mamá, y el marido simulaba arrancarla por la fuerza. Que nos remonta al mito romano del rapto de las sabinas, en los tiempos de Rómulo, tal vez a mediados del siglo VIII a. C., según el historiador Tito Livio.

Los nuevos esposos se dirigen a su nueva casa

Los nuevos esposos dejaban la casa acompañados de un séquito, cuyos miembros portaban antorchas e iban cantando y pronunciando expresiones obscenas. Por fin la esposa podía ingresar a su nuevo hogar, pero con el cuidado de no pisar el umbral. Para ello, los invitados la llevaban en brazos y la entregaban al esposo ya dentro de la casa. 

Ubi tu Gaius… 

Luego de estos rituales, la recién casada decía una fórmula de unión muy clásica: Ubi tu Gaius, ego Gaia, “En donde tú eres Cayo, yo  soy Caya” —Ubi es un adverbio de lugar y tiempo que significa “donde” y ego significa “yo”—, una manera de simbolizar obediencia, fidelidad, pertenencia y permanente unión al marido.

Una tradición que aún vemos, por ejemplo, en los nombres de las mujeres casadas: Rebeca Martínez de García o Sara Gutiérrez de Gómez. Eso “de García” o “de Gómez”, el apellido paterno del esposo, es como decir, soy Rebeca Martínez y pertenezco al señor García. Bueno ¡eso era antes! O cuando un varón dice “mi mujer”, “mi señora”. Ese “mi” es un adjetivo que indica posesión, como si la mujer fuera un objeto que se pueda poseer, tener en su poder a la esposa. Asimismo, en Estados Unidos, si una mujer se casa, su apellido paterno es sustituido por el del marido.

Para terminar, el esposo la proclamaba (y reconocía) como la que tenía todos los poderes como “la señora del hogar” y le entregaba el agua y el fuego, como símbolo de los elementos opuestos, “marido y mujer”, que en lo sucesivo formarían “el matrimonio”. Hecho que por fin se hacía realidad cuando, por vez primera, compartían la cama conyugal ¿Y después? pues ¡Ustedes han de saber!

Lectura sugerida:

Pedro Ángel Fernández Vega. 27 de septiembre de 2023. El Matrimonio en Roma: Del noviazgo a la boda. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/matrimonio-roma-noviazgo-a-boda_18335

Jesús Gerardo Treviño Rodríguez. 14 de septiembre de 2025.

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