¿Quién fue Damocles?
Damocles floreció en el siglo IV a. C. Según la leyenda griega, era un hombre muy envidioso y adulador. Miembro de la corte de Dionisio I el Viejo, rey de Siracusa (fundada por Corinto en el año 734 a C.), en Sicilia; tirano del 405 al 367 antes de nuestra era. El cortesano es conocido en la historia a través de la leyenda de la “Espada de Damocles”.
Origen del nombre Damocles
El nombre “Damocles” proviene del latín clásico Dāmŏclĕs: “cortesano o palaciego del rey Dionisio I el Tirano. Lo citan escritores romanos clásicos como Cicerón (106-43 a. C.) en sus Tusculanae Disputationes (Disertaciones Tusculanas), Aulo Persio Flaco (34-62 d. C.) en sus Sátiras y Quinto Horacio Flaco (65-8 a. C.) en las imperecederas Odas.
Imagen tomada de https://historia.nationalgeographic.com.es/a/conoces-origen-historico-expresiones-mas-populares_12204
Dāmŏclĕs es un nombre de persona que el latín tomó del antiguo griego
Dāmŏclĕs es una latinización de Δαμοκλῆς (Damokles) en griego dórico o Δῆμοκλῆς Dēmŏclēs en el dialecto jónico, el que usó Homero en sus poemas épicos. Nombre compuesto por δᾶμος (damos) en dórico que significa «pueblo», variante de δῆμος (demos), de donde los términos democracia, demagogo, academia, demografía, pandemia, epidemia y otros) y κλέος (kleos) que significa «gloria», “fama”, “renombre”, “celebridad”. Entonces “Damocles” puede traducirse como “aquel que goza de fama o reputación en el pueblo”. El componente κλέος también forma parte del nombre Cleopatra, Κλεοπάτρα (Kleopatra) en griego antiguo Clĕŏpătra en latín, que significa “gloria del padre”.
Dāmŏclĕs en las Disertaciones Tusculanas (libro 5, 61) de Cicerón
En el quinto libro, Cicerón trata de demostrar que la virtud (hábito de hacer el bien y seguir las normas que dicta la moral) por sí sola es suficiente para ser feliz en situaciones adversas como la pobreza, el exilio o expatriación, en la ceguera, bajo la tortura, etc. La felicidad y la desgracia dependen del temple y no precisan de las circunstancias.
La narración de Cicerón sobre Damocles y el rey Dionisio
Cicerón nos cuenta que:
“Cuando Damocles, uno de los aduladores de Dionisio I, habló con él y le dijo que admiraba su enorme poder, la majestuosidad de su reinado, la inaudita abundancia de sus bienes, la magnificencia de su palacio, y que nunca había habido un hombre más feliz, el monarca le respondió: Damocles, ya que esta vida te encanta, ¿quieres saborearla tú mismo? Damocles respondió ansiosamente que sí, que anhelaba ocupar su trono, aunque fuera solo por un día”.
“Entonces Dionisio mandó que colocaran al hombre en un lecho de oro, cubierto con una colcha bellísima y magníficamente bordada, y le preparó varios aparadores revestidos de plata y oro cincelado. Luego ordenó a las sirvientas elegidas por su sublime belleza que se pusieran a la mesa y, observando sus movimientos de cabeza, le sirvieran con extrema perseverancia”.
Y sigue diciendo: “Había ungüentos, guirnaldas. Se quemaron perfumes. Las mesas estaban servidas con las más exquisitas viandas. Damocles se creía favorecido por la fortuna”.
En medio de todo esto, “Dionisio ordenó que bajaran del techo una espada afilada y reluciente atada a una crin de caballo, para que colgara sobre el cuello del hombre feliz, y le dijo que volteara a ver arriba de su cabeza. Después de esto ¡Oh! Damocles ya no tuvo ojos para las hermosas sirvientas, ni para la plata ricamente labrada, ni extendió más la mano hacia la mesa. Las guirnaldas ya se estaban marchitando” Lo que ahora ansiaba era irse de ahí.
Finalmente “Damocles rogó al tirano que lo dejara ir; porque ¡ya no quería ser feliz!, ya no soportaba ser venturoso por más tiempo. Dionisio le dijo entonces que “no puede haber felicidad para aquel sobre quien siempre hay un terror inminente”. Así demostró el tirano con una claridad meridiana, que la suerte de los hombres que detentan el poder es tan frágil como la situación en la que había puesto a su huésped” (Tusculanae Disputationes, Disertaciones Tusculanas Libro V, 2).
Esta bellísima y aleccionadora historia —mejor la llamo fábula— nos deja la lección de que ejercer el gran poder implica precariedad, peligro y desasosiego. Surgen oponentes que muestran su desagrado ante las decisiones que el mandatario suele tomar; pero resulta que muchas situaciones se salen de control. Por eso debe uno reconocer —y agradecer— que haya gente con la suficiente ambición al poder. De lo contrario, tendríamos que soportar la carga nosotros mismos. Irene Vallejo Moreu: https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/la-espada-de-damocles. Ciudad de México / 29.01.2025.
Jesús Gerardo Treviño Rodríguez. 1 de febrero de 2025.